viernes, 29 de agosto de 2008

PORTADA WIKEN AGOSTO 2008






¿No sabe dónde los ha visto pero le suenan? Acá le ponemos nombres a las nuevas caras que, frente a la crisis de rostros, refrescan el cine y la televisión locales. No sabemos si van a hacer los grandes del futuro, pero en el presente son los nuevos aires de la pantalla.

POR ERNESTO GARRATT VIÑES


Los "rostros" están en crisis, no atraen tanto y su imperio está en declive. Las teleseries ya no marcan los ratings de antes, hay menos televisores encendidos y las películas chilenas ya no mueven grandes masas como fortuitamente sí lo hicieron años atrás. Las caras de siempre están agotadas Pero no todo es tan malo, todo lo contrario, si uno mira la cosecha de nuevas caras de esta temporada. Roberto Farías y Eduardo Paxeco, actores de "La buena vida", o Pablo Casals de la serie "Búscate la vida" o Lorena Bosch, de "El Señor de la Querencia" o Andrea García–Huidobro de "Gen Mishima" y la venidera cinta "199 recetas para ser feliz" son rostros frescos. Y lo más importante: es un placer verlos actuar. No decimos que este grupo vaya a ser el futuro de la TV y el cine. Pero, en el presente están haciendo las cosas bastante bien.


Un hombre de Carlos Pinto.

Eduardo Paxeco, así con "x", es oriundo de Quillota y con 26 años ha hecho una carrera "meritocrática". El carabinero que quiere ser clarinetista de la filarmónica en el filme "La buena vida" comenzó desde abajo. Titulado de la Universidad de Chile y con un talento desbordante en la última película de Andrés Wood, en sus inicios supo decir con humildad cortísimos diálogos en la teleserie "Hippie". "El director me decía que yo era un extra que le salía caro, porque me pagaban como un actor, pero en realidad estaba para la continuidad y para decirle cosas a Gonzalo Valenzuela del tipo 'oye vamos para allá"', recuerda Paxeco, quien también ha sabido respirar el aire de los secundarios en la producción clase B de la TV chilena de la mano de Carlos Pinto: "He hecho papeles en 'El día menos pensado' y en 'Mea culpa"'. También ha probado suerte como actor de "Pasiones" y de "Enigma", y en general dice que participar en estos formatos más bastardos y menos pretenciosos le ha servido para crear escuela. Pero para él, el teatro es fundamental. Desde la compañía teatral Minimale, ha tenido una activa participación en piezas como "El mal de la muerte" y "Orfeo", entre otras.Pero también quiso probar en cine, y postuló para el papel de "La buena vida", en donde tuvo que fijarse en un aspecto más bien estético en un comienzo. "Cuando quedé para el papel del carabinero, yo estaba con el pelo corto y Andrés (Wood) me dijo que tenía que dejármelo crecer. Así lo hice, pero como lo tengo medio ondulado, tuvieron que alisármelo todos los días". Era el requisito para interpretar a Mario: un clarinetista que tras estudiar en Alemania regresa a Chile con la esperanza de tocar en la Filarmónica. Pero eso nunca ocurre y debe conformarse con ser parte del Orfeón de Carabineros.Cuenta Paxeco que lo más fuerte fue cortarse el pelo al cero. "Sentí que me convertía en un carabinero", recuerda, y la gente que lo veía en la calle también cayó en el engaño. "Un día de mucho frío llegué con un gorrito de lana en la cabeza al set y con el uniforme puesto. Un capitán me llama y me dice de buena manera 'fíjese en el gorro, hombre'. Le respondí 'perdóneme, mi capitán"'.Ser obediente le ha traído dividendos: ya agenda proyectos en cine como la película "Ilusiones ópticas", de Cristián Jiménez, y la miniserie de Raúl Ruiz "Litoral": "Allí soy un ilusionista que hace un pacto con un mensajero del diablo", encarnado por Héctor Aguilar, el actor de "Enigma" que hizo de Gerardo Rocha. "Todo va y vuelve a las series B de la TV", bromea Paxeco.

El luchador de la actuación.

El otro actor de "La buena vida", Roberto Farías (39 años) confiesa que "uno de mis sueños imposibles es haberme apellidado De Niro y haber protagonizado la película de Martin Scorsese 'Taxi Driver"'. Y después de un rato junto a él, mirando su actitud intensa, uno concluye que el personaje de Robert De Niro en esa película le viene bien. Algunos de sus colegas le llaman el "toro" porque va de frente y dicen que ha cortado alguna entrevista porque el reportero hizo la pregunta equivocada. Pero Roberto Farías está aprendiendo a filtrar y manejar su exposición mediática tras el éxito de su rol del peluquero Edmundo en la cinta de Wood. También es reconocible por la serie "Búscate la vida" como un inquieto cesante o como junior en "Mandiola & Cía.". "Soy de los 'nuevos rostros' más viejos", dice. Más experimentado y curtido que el resto de los "casi famosos" que renuevan las pantallas, este actor practica el boxeo como una manera de botar tensiones. Porque las tiene. Se ha contado su historia de superación de la pobreza y de situaciones duras. Pero lo que no se ha contado es la pasión de Farías por el arte, el teatro y ahora, el cine. Su experiencia con Wood en "La buena vida" ha movido su curiosidad. No por nada está preparando su debut como director de "un experimento", un filme hecho con amigos. "Está bien pelacables, veremos qué sale", dice.

Actor por accidente.

Pablo Casals, 29 años, creía que lo tenía claro: dirigir teatro como lo venía haciendo desde los últimos años con su compañía, De la ceniza, y con textos de Andrea Moro. Se sentía cómodo detrás de obras jóvenes y bien criticadas como "Notas de cocina" y "Se busca", pero el destino quiso que se presentara a una prueba de cámara para una nueva serie en ciernes, "Búscate la vida". Hizo el casting y se ganó el rol de Fernando Valdivia, compañero de Roberto Farías en su incesante búsqueda de estabilidad laboral. Casals también saltó a la actuación en la pantalla chica como Diego Ramírez, uno de los pocos personajes cuerdos de la serie "La ofis". Y dice que admira al creador de la franquicia original en que se basa "La ofis", el inglés Ricky Gervais, porque trabaja con los actores de su propia compañía. Casals cree en el poder de las tablas y de sus recursos humanos para enriquecer la TV con productos poco tradicionales como las dos series que protagoniza.También cree que algo bueno está pasando con la irrupción de nuevas caras porque "somos gente que no representa el típico canon de belleza de la TV. No somos modelos, sino que actores de teatro, que actuamos en buenas series. Claro, hay gente más fea que yo, como (Robert) Farías –se ríe– pero hay una cosa buena allí. Representamos a un tipo de chileno más normal. Y eso me gusta".¿Y en el futuro quiere seguir como director teatral o actor? Lo tiene claro: "Las dos cosas no son excluyentes", remata.


Chicas superpoderosas.

Andrea García-Huidobro es la más joven del grupo. Con 23 años, la hija del comediante Cristián García–Huidobro y la actriz Claudia Celedón dice que le gusta que la valoren por su propio trabajo y no por ser "la hija de...". Aunque trató que le gustara otra profesión ("bióloga marina"), no pudo evitarlo: repitió el modelo y ya se ha hecho una reputación en montajes como "¿Dónde está Kate Moss?". También ha tenido pequeños papeles en "Gen Mishima". Pero éste podría ser su gran año: tendrá un rol gravitante en la nueva cinta de Andrés Waissbluth, "199 recetas para ser feliz", que se estrena el 25 de septiembre. Ella es Sandra: el lado crucial de un triángulo compuesto por ella y una pareja de periodistas que vive en Barcelona. "Yo interpreto a la novia del hermano de Tamara Garea. Se supone que este hermano fallece y yo llego a España vestida como el difunto". Por ahora, Andrea está enfrascada en su debut como directora teatral, con un elenco exclusivamente femenino.

Un gran desafío.

Lorena Bosch, 29 años, y quien saltó a la palestra como Lucrecia, la lesbiana de "El señor de la Querencia", también tiene ganas de dirigir. Aún no tiene plazo claro, pero tras su larga estadía como parte del elenco estable del Teatro Nacional Chileno, el oficio ayuda. "Soy de las que estudian los textos una y otra vez", dice y por eso puede hacer crecer y brillar un rol chico como el que tuvo en "Gen Mishima" ("era una de las madres de los chicos").La actriz ahora busca rodearse de pares y formar un equipo. Y ser más proclive a la improvisación, menos estructurada. "Si no te llaman para un trabajo, es mejor autogestionar las cosas" y su política incluye el cine. Y la cosa ya está dando frutos. Acaba de filmar la nueva película de Raúl Ruiz, "Pasaporte amarillo", una peculiar producción con fondos italianos. "Trabajar con Ruiz es un lujo, tiene un método tan suelto, es realmente entrar a otra dimensión", dice y sobre su propio ingreso a la dimensión de los rostros de la TV, sólo lanza una carcajada: "¿Qué es eso? Tengo amigos rostros, claro, pero es algo irreal, tan raro". Tan raro como trabajar con Ruiz.
Ernesto Garratt Viñes.

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